viernes, 12 de diciembre de 2008

PARQUE NATURAL DEL SUDOESTE ALENTEJANO Y LA COSTA VICENTINA (Portugal) Julio/08






PARQUE NATURAL DEL SUDOESTE ALENTEJANO Y LA COSTA VICENTINA



UN PARAISO POR DESCUBRIR


He aquí uno de los lugares más hermosos del litoral portugués. Allí donde el viento atlántico azota fuertemente sin cesar, donde Europa dice “adiós” a su tierra antes de encontrarse con el mar, allí donde el cemento desaparece para dar paso a playas salvajes. Si, allí se unen las regiones del Alentejo con el Algarve. Donde los apartamentos y grandes hoteles dejan de existir. Solo grandes acantilados decorando sus playas. Paraíso de surfistas, naturistas, y amantes de lo virgen.
El Parque natural de la costa Vicentina nace en la localidad de Burgau: bello pueblo de pescadores, en donde las callejuelas armonizan con las fachadas pintadas de distintos colores. Mezcla de guiris y autóctonos, de rubios venidos de Europa y morenos aclimatados al fuerte sol de la zona.

Siguiendo por la costa dirección al cabo San Vicente, llegamos a Boca Do Río; hermoso rincón costero, donde el gentío queda ausente, el silencio invade. Playa poco transitada y casi olvidada. En ella, un pequeño río allí muere. En su desembocadura, el río se mezcla con el mar, las verdes algas se apoderan de la costa, y la playa queda repleta de piedras, de rocas, unas grandes y otras pequeñas. El olor a mar es intenso, la combinación cromática de colores está perfectamente
diseñada: el mar, la roca, la costa, los acantilados, el río. Subo hacia un pequeño mirador, y desde aquí todo lo contemplo. La brisa en mi cara, y la vista se pierde en el horizonte, allá donde el mar parece caer.
Siguiendo por la costa, las playas de Zavial y Engrina. Dos trocitos de costa entre cortada por grandes rocas. En ella se mezclan buceadores, surfistas, y gente que busca la tranquilidad.
Nuestro siguiente punto, Salema. Pequeño pueblo en donde las barcas de colorines invaden parte de las playas. Los pescadores se mezclan con los bañistas, y las fachadas de las casas asoman al mar pero con un color especial: rojos, azules, verdes.

En el pueblo, solo una calle, larga y empinada. En ella, en el número 77, Teresa, una humilde señora nos alquila una habitación, en la que nos hospedamos durante dos noches. 30 Euros/noche, a ese acuerdo llegamos. Cuando el sol empieza a caer frente al mar, las gaviotas planean sobre la playa. Ellas bajan a comer. Al igual que nosotros, el hambre apremia. A dónde dirigirnos mejor que al restaurante LorenÇo. Asequible lugar y Exquisito mangar: mariscos, sopas, pescados del día, entremeses, y como no, para beber sangría fresquita. 52 euros, no está mal. ¡ah!, se me olvidaba postre y copa. Aunque eso sí, reservar mesa por la mañana, o si no, una hora debéis de esperar.

Ahora sí, estamos en la punta de Europa, en el cabo San Vicente. Acantilados con altas paredes verticales, donde el viento azota fuertemente. El faro en su punta hace de guarda nocturno para los navegantes. A la vuelta, a 1 kilómetro escaso, la playa y fortaleza de Beliche son miradores excelentes para disfrutar de los perfiles de los acantilados de la costa del cabo San Vicente.

Ahora ya nos dirigimos hacia Vila do Bispo, a unos 10 kilómetros de Sagres. Desde esta localidad, que queda ligeramente hacia el interior, buscamos la carretera que nos lleva a la playa de Castelejo (a unos 5 km). Antes de llegar, un carril de tierra en la parte izquierda nos llevará hasta la torre de Aspa y sus miradores. En este lugar se encuentra el acantilado de mayor altura, con 159 m de caída vertical hacen que “la torre de Aspa” sea el más espectacular de la costa
Vicentina. Desde aquí arriba la costa de la playa de Castelejo es espectacular. Su costa, igual que hace miles de años. Un viento fulminante que cruje en las rocas. Un agua embravecida, furiosa, ataca la playa. El horizonte se pierde allí donde la bruma es más intensa. Ahora vamos para abajo, para descubrirte, para pisarte.

Ya en la playa de Castelejo, los cortados de pizarra flanquean la costa. Una nieblilla se apodera de este hermoso rincón, y las siluetas de las grandes rocas descansan sobre la arena, parecen gigantes medio dormidos. No lo puedo evitar, tengo que ir hacia ellos. Mi cámara no deja de enfocar y disparar. ¡Qué lugar más impresionante!.
Las fuertes y altas olas, hacen que este sea un verdadero paraíso de los surfistas. El agua helada, casi prohibitiva para el baño. Pero eso no importa, la vista se recrea, y se recrea, y no se cansa de contemplar este espectáculo visual.

Ahora debemos andar, llegaremos hasta el final, hasta donde los acantilados nos corten el paso. En la izquierda, vemos “La torre de Aspa”, por ahí no se puede tirar. Así que por la derecha tiramos. Son unos dos o tres kilómetros hasta llegar a los acantilados. En el paseo, la bruma fantasmal venida del mar nos acecha, como si algo nos quisiera decir. Los perfiles en siluetado de los surfistas destacan bajo un sol tímido, con miedo de destruir tanta belleza. Ya al final, donde las paredes no nos dejan pasar, los pescadores sobre las rocas de afaman en su tarea, en una perfecta armonía de color, de sonido, de olor.

Regresando de nuevo a Vila do Bispo, subimos hacía Garrapateira (unos 20 km), antes de llegar, la playa de amado con sus traicioneras aguas, es el reino de los surfistas.
“Ya ha pasado un año y parece que fue ayer, solo los turistas se atreven a mojarse los pies, por desconocimiento, todo lo que tiene de hermosa tiene de traidora, son muchos los nombres que en los postes de maderas aparecen, los PORTUGUESES no se bañan por que la conocen. Si vuelves a ir, fíjate en los palos de madera y en los nombres escritos que hay en cada uno de ellos, son personas tragadas por el mar”

Este trozo de texto lo he sacado de la experiencia de un viajero que por estos lares perdió a su hermano. Es cierto, esto es el atlántico, aguas bravas y hermosas, pero cuidado con el baño.
Seguimos hacia el norte y llegamos hacia Bordeira, hermosa playas como la del puntal, e incluso la del mismo Bordeira, en ésta, el agua se queda almacenada formando un pequeño lago. Lugar ideal para que chapoteen los críos.
Queríamos seguir hasta Odexeice (límite con el Alentejo), pero el sol se está apagando y debemos regresar. Suerte de este rincón, que siendo espacio protegido, nunca se explotará. Hermoso si, salvaje también, pero como todo lo salvaje, está sin domar, y nunca se domará, y todo el mundo sabe que esto tiene su riesgo. Prefiero arriesgarme antes que perecer a la doma humana.

2 comentarios:

Jorge Ramiro dijo...

Si bien viaje mucho, nunca he ido a Portugal, pero al ver estas imágenes creo que el próximo verano voy a tratar de hacer todo para ir alla. Este verano quise irme a un lugar mas cercano y por eso decidi ir a una Casa en alquiler
Montevideo

Unknown dijo...

Presentación extraordinaria.
Ire este año a probarlo, después opinare con mas detalle.