domingo, 24 de enero de 2016

Subida a Peña Negra, Morrón de la Gragea y Sierra del Enebral (Málaga) Enero/16


En este agradable día del mes de  enero nos disponemos a realizar una ruta por la Sierra del Co (término municipal de Villanueva del Cauche, Málaga) será una ruta circular subiendo al pico de Peña Negra (1353 msnm), Morrón de la Gragea (1295 m), y la Sierra del Enebral. 
La ruta tendrá un total de unos 12 kilómetros, con un desnivel acumulado de 1000 msnm y ocho horas de recorrido.


Esta ruta la podemos calificar con nivel muy alto, ya que gran parte del tiempo iremos por zonas escabrosas con grandes rocas, pasos aéreos, crestas vertiginosas, delicadas trepadas y unas bajadas por terreno inestable y con bastante verticalidad.
A las 7:15 nos damos cita diez compañeros del grupo de montaña de  Señal y Camino. Nos dirigimos dirección Málaga y pasado Antequera nos desviamos hacia la carretera de Colmenar (A-7204), una vez que llegamos al punto kilométrico 38, ese será nuestro lugar donde dejaremos los coches (829 msnm).


Son exactamente las 9:40, el cielo despejado, una temperatura algo fresca a estas horas de la mañana, sin ser demasiado fría.


En el mismo borde de la carretera un montículo de piedras nos marca el inicio de la ruta. Nos dirigimos a los paredones que tenemos de frente. A los poco minutos llegamos a una primera cueva, en la que nos adentramos, dejando al lado varias vías de escalada.

Sin un sendero bien definido y con algunos montículos en forma de hito seguimos subiendo hasta llegar a una segunda cueva. Ésta tiene una vía de escalada que sube hasta un agujero con salida en el techo.


Seguimos ascendiendo por un camino más o menos intuido, pero siempre tirando un poco hacia la izquierda. Al poco ya vemos una gran cruz metálica y detrás de ella muy al fondo la sierra de las Cabras, a la que precisamente un mes atrás la subimos. Estamos a 1115 metros de altitud y hemos tardado una hora aproximadamente llegar hasta aquí.


A partir de este momento empieza el verdadero cresteo hasta llegar a Peña Negra. Cada uno tiene que ir atento donde pisa y a donde se agarra; pasaremos por algunas zonas voladizas con una gran caída vertical en la parte  izquierda.


En algunos tramos de la cresta hay que afianzar muy bien antes de dar otro paso hacia adelante; un pie mal colocado, puede traer fatales consecuencias.
Los palos a la mochila, y las manos libres para trepar por las rocas. Aunque se puede ir por la misma cresta, para aquellos que tengan vértigo pueden bajar un poco y tirar por otros pasos alternativos.


Llegando a media altura hacemos un alto para reagruparnos, ya que algunos compañeros han quedado algo rezagados.


Una hora después de abandonar la cruz llegamos a la cumbre de Peña Negra (1353 msnm). Desde aquí las vistas son espectaculares.


Siguiendo la mirada cresta hacia adelante vemos toda la sierra del Arco Calizo, la Cruz del Camarolo, el Chamizo... En otra dirección Sierra Nevada con sus cumbres cargadas de nieve, y antes de ella, la Maroma…incluso vemos el mar, brillando en algunas zonas de la costa.


Hacemos un pequeño descanso y aprovechamos para tomar algo de refrigerio y unas frutas; unas fotos de grupo y para abajo, al collado (1300 msnm) que separa Peña Negra de Peña Negra II (1337 msnm).


Sin un camino definido, bajamos con muchísima precaución ya que el descenso es muy vertical y con un suelo muy inestable. ¡Un resbalón y no se cuenta!


En diez minutos ya llegamos al collado. Vemos por donde hemos bajado, parece increíble.


De nuevo empezamos a subir por grandes rocas, algunas colocadas en forma de balconada, De nuevo tenemos que agarrarnos bien en la trepada.


Poco a poco vamos superando los diversos resaltes rocosos con los que nos vamos encontrando.





Una vez pasado la otra pequeña cumbre de Peña Negra, buscamos una bajada hasta llegar al amplio llano que vemos allá abajo.


Varios días atrás estuvieron por aquí Carmina, Juan y Lorenzo explorando la ruta. En esa ocasión ellos bajaron por un canalón bastante empinado y con un terreno muy inestable. Nosotros en esta ocasión, empezaremos a bajar por otro canalón que hay unos metros antes.


El resultado fue el mismo, sale a la misma bajada, en donde tenemos que descender con mucho cuidado ya que la piedra esta suelta, y que buscar los mejores lugares donde pisar.

Cada uno fue bajando a su ritmo, así que una vez abajo nos reagrupamos junto a una valla, ya en el llano.


Aquí, dos compañeros deciden no seguir la ruta hacia el morrón de las Gragea, ellos poco a poco volverán hacia los coches, regresando por la pista que rodea a Peña Negra.


Nosotros ocho, seguimos hacia delante, subiendo ahora con dirección al Morrón de la Gragea. Lo tenemos hacia nuestra derecha, en un fuerte repecho.


Cuando dejamos a nuestra izquierda un pequeño paredón en forma de tobogán, de frente nos encontramos con una mole casi vertical por la que tendremos que trepar antes de llegar a la Gragea.


Cada uno empezó a tirar por donde supuestamente había algo de paso, Lorenzo y yo tiramos por un pequeño canalón pero al poco Lorenzo se dio la vuelta. Yo seguí hasta ver donde podría llegar, a los pocos metros también di marcha atrás, imposible subir por ahí, salvo que se lleven cuerdas. Me desvié, y de pronto me encontré con una pared bastante vertical. Por un momento tuve que detenerme y mirar bien donde colocaba las manos y los pies. Cuando mire hacia abajo, me dije ¡madre mía!

Casi tres cuarto hora después ya llegamos al morrón de las Grageas.


Una vez hecha la foto de grupo y de disfrutar algunos minutos de las formidables vistas de todo nuestro entorno, empezamos a bajar siguiendo la cuerda, pero llegó un momento en el que nos encontramos con un “salto” imposible de bajar.

Juan y Lorenzo que iban delante buscaron alguna otra alternativa de bajada; no se veía ninguna. Rafa, asomado al abismo no daba fe del lugar por donde intentábamos bajar.


De este modo, dimos la vuelta y empezamos a subir de nuevo, para coger la otra vertiente y directamente bajar hacia el llano en donde se veían algunos árboles desperdigados.


De frente nos encontramos con Peña Negra y la bajada por donde tiramos. ¡Parece increíble que hayamos bajado por ahí!


Eran las 14:00 horas pasadas, con lo que el estómago ya alguna musiquilla nos hacía entre subidas y bajadas. Así que empezamos a buscar algún sitio donde comer, justamente debajo del morrón de las Grageas. Tras un merecido descanso y comilona de media hora, de nuevo emprendimos nuestra marcha, rodeando el morrón de las Grageas.


Una vez en el collado, miramos a nuestra izquierda, en donde estuvimos una hora atrás, en el morrón de la Gragea. Vemos el gran salto por el que no pudimos tirar.


De nuevo empezamos a subir por el último peñón hasta alcanzar el Enebral.


De vez en cuando echamos la mirada atrás y vemos nuestros montes y peñones,  antes recorridos.


Las manos también serán indispensable utilizarla, ya que en algunos tramos la inclinación es muy acentuada.


Pasadas las 15:30 horas alcanzamos la sierra del Enebral. Otra pequeña pausa para relajar las piernas, fotillo de grupo y contemplar este maravilloso paisaje.


A continuación y teniendo de frente el pico de la Cruz del Camarolo, seguimos en su dirección a través de un gran lapiaz pavimentado con rocas agrietadas, por las que, pegábamos saltos y saltos como si estuviésemos jugando con ellas.
Estos surcos y oquedades son ocasionados por procesos kársticos, produciéndose por la escorrentía del agua almacenada superficialmente.
Tras una media hora de paso por este lapiaz, empezamos a bajar, buscando el llano que veíamos a nuestra izquierda (recuerdo que ese llano era la subida, de cuando en otra ocasión fuimos a la Cruz del Camarolo).


En el momento que vimos el camino (por decir algo, teníamos que sortear las piedras, los arbustos y las muchas zonas resbaladizas debido a la verdina de la humedad) de bajada lo tomamos y poco a poco llegamos hasta el extenso llano en el que se encontraba las ruinas de una finca. Aunque parecía que el llano estaba cerca, nunca llegábamos. Al final echamos algo más de media hora en llegar a él.


Nos dirigimos hacia la pista y seguimos en su dirección hasta alcanzar una verja que nos quedaba a mano izquierda.



Al fondo destaca la inmensa silueta de Peña Negra, y a sus pies una pequeña fuente en la que hicimos una breve parada para tomar algo de líquidos.


Eran las cuatro de la tarde cuando seguimos nuestro recorrido hasta los coches. Para ello, siempre llevábamos como referencia a nuestra izquierda Peña Negra, al poco ya pudimos ver la cruz metálica, y a las 17.30 horas por fin llegamos a los coches. Manolo y Victor ya llevaban allí mas de una hora, así que un ratillo de charla, y a tomar un café calentito.

Ha sido una magnífica ruta la que hemos podido disfrutar en el día de hoy. Ha habido de todo: cresteo, imponentes bajada, trepadas, destrepes, unas vistas fabulosas…muchas risas y una inmejorable compañía.

jueves, 14 de enero de 2016

Viaje por el Norte de Portugal (Enero/16)


Ruta por el norte de Portugal: Regiones de Beira Litoral, Douro litoral, Alto Douro y Minho (Enero/16)


Este 2016 lo inauguraremos realizando una ruta por el norte de  Portugal. Hacía tiempo que quería conocer la zona de Oporto, pero siempre salían otros viajes. Así que planifiqué una ruta de seis días recorriendo bellos pueblos y ciudades de esta zona de nuestro vecino país. Serán unos 1600 km los que anduvimos desde que salimos de Sevilla, y en donde nuestro fiel acompañante fue el mal tiempo: lluvia, tormentas, viento, frío, niebla…exceptuando un solo día (con sol radiante) el resto con paraguas en mano. Varios temporales estaban entrando por el atlántico casi de forma sucesiva. Todo lo que no había llovido en dos meses atrás, lo estaba haciendo ahora. Los ríos desbordados, las alcantarillas rebosaban brotando el agua hacia el exterior. En las carreteras la velocidad había que reducirla, no se veía nada, circulábamos entre las nubes y muchas veces sumergidos en un verdadero temporal. Esto es lo que teníamos, así que había que adaptarse.
Pero el mal tiempo hizo que disfrutáramos más intensamente de los lugares: menos turistas, prácticamente solos en muchos de los pueblos; y con mucho más encanto para captar innumerables  imágenes fotográficas, en donde el contraste es mucho mayor.


Portugal sigue siendo un destino barato al que se puede viajar. Con un presupuesto ajustado se puede hacer un interesante viaje, y este fue nuestro caso. Comer, dormir, ir de tapas, merendar…moverse por Portugal es tremendamente asequible. Eso si, eso dependerá de cada bolsillo y de las exigencias de cada uno. Nosotros nos hospedamos en lugares muy económicos y acogedores, y sobre todo bien ubicados, que era nuestra preferencia, sobre todo en el caso de Oporto.


ITINERARIO REALIZADO



Día 1. Sevilla-Aveiro  Dormir en Aveiro, Welcome In (45 € habitación doble).
Día 2. Aveiro-Costa Nova-Oporto  Dormir en Oporto, Sport hostel (33 € habitación doble).
Día 3. Oporto  Dormir en Oporto, Sport hostel (33 € habitación doble).
Día 4. Oporto-Guimarães  Dormir en Guimarães, D. Joao IV (33 € habitación doble con desayuno).
Día 5. Guimarães-Braga-Bom Jesus-Guimaraes  Dormir en Guimaraes, D. Joao IV (33 € habitación doble con desayuno).

Día 6. Guimarães-Amarante-lamego-Sevilla


Día 1. Sevilla-Aveiro


Teniendo en cuenta que la noche anterior fue fin de año, tampoco quisimos madrugar. Así que sobre las 10 de la mañana salimos con dirección Badajoz, Coimbra y por último Aveiro, nuestra primera parada. Poco después de las cuatro de la tarde, llegamos a nuestro destino. El viaje lo hicimos tranquilo y sin prácticamente vehículos por las carreteras. Normal, era año nuevo.


Muy bien ubicado y a escasos metros del centro llegamos a nuestro hotel, el Welcome In, un excelente lugar donde hospedarse. Además, justo en frente, tirando por una calle, podemos aparcar fácilmente, ya que hay una amplia explanada donde podemos dejar el coche.


Aunque se puede coger desayuno (5 €), no merece la pena, ya que por la mitad se puede desayunar en las muchas cafeterías que hay en los alrededores. Con una delicada y esmerada  decoración, este edificio histórico se encuentra en una de las avenidas principales de Aveiro.


 Subimos nuestros bártulos para la habitación y poco después nos fuimos a recorrer Aveiro. Echamos mano del plano que nos ha dado en recepción, de nuestro libro guía, y bien abrigados salimos con dirección al Gran Canal, al que en solo diez minutos llegamos.



Averiro es conocida como la Venecia portuguesa, al igual que a otras ciudades europeas como Amsterdam, Estocolmo, Brujas… Pero que nadie se lleve a engaño, Venecia solo hay una, y la auténtica y original es aquella encantadora ciudad italiana. Que nadie pretenda comparar ambas ciudades, no tiene nada que ver. Aveiro tiene rincones coquetos, y las barcas típicas (moliceiros) les da un toque de encanto.


La proa levantada de estos moliceiros recuerda a las góndolas venecianas, y junto con los canales que atraviesan la ciudad, y los puentes encorvados, han provocado que también se la conozca como la “Venecia del Atlántico”.


Estos moliceiros se utilizaban antaño para la recolección de algas y que ahora se utilizan con fines turísticos. Curiosos y coloridos dibujos embellecen a estas barcas.


Situada al borde de una ría poco profunda, por ella circula una pequeña red de pintorescos canales.
A principios del siglo XVI era un próspero puerto marítimo, pero en la década de 1570 una devastadora tormenta bloqueó la desembocadura del río Vouga y cerró el paso de los barcos al mar, creando marismas insalubres.


Al poco de iniciar nuestro paseo por las callejuelas de Aveiro, el cielo se fue obscureciendo y la noche empezó a caer. Nos acercamos al canal central y preguntamos el precio de las barcas para el día siguiente. No hay competencia ninguna, todas cobran lo mismo, 8 € por un paseo de unos 45 minutos. En uno de ellos nos dijeron que si sacábamos los tickets en una tienda de suvenirs nos harían un descuento, total 7 €. Algo es algo, lo tuvimos en cuenta para el día siguiente.
Las callejuelas del centro estaban un poco desierta y los barqueros sin clientes ninguno. Ya era de noche, hacía un fuerte viento y algo de frío. Muchos de los restaurantes estaban cerrados, solo las cafeterias parecían con vida. Así que en solitario seguimos recorriendo sus callejas y algunos canales.

Llegamos a la plaza Do Peixe, junto a una esbelta iglesia y el mercado de abastos. Empezamos a buscar algún lugar donde comer, casi todo cerrado, así que al final nos fuimos al centro comercial ubicado en frente del canal central (es mal día, 1 de Enero). Después unos apetitosos dulces de “ovos moles” en una de las confiterías que hay junto al canal y al hotel.

Día 2. Aveiro-Costa Nova-Oporto


A las 9 de la mañana ya estábamos desayunando en unas de las cafeterias de la misma calle del hotel. Bueno y barato, por menos de 4 € los dos, un buen desayuno.
A continuación nos dirigimos a la tienda de suvenirs, junto a la oficina de turismo, para sacar los tickets de las barcas. Poco después de las 10 ya estábamos montados junto con cinco personas más.


Hacía frío, con lo que el barquero nos facilita unas mantas con las que cubrirnos en nuestra navegación.
El barquero que controla nuestro moliceiro y un guía que nos explica todos los detalles del paseo son nuestros acompañantes. 


Con un castellano más o menos fluido y con fuerte acento lusitano nos va explicando algo de su historia y algunas curiosidades del lugar. Por ejemplo nos indica que toda la sal recogida aquí se llevaba a Terranova para consrevar el bacalao que luego regresaba como bacalao salado seco. Al igual, nos muestra algunas casas coloniales y otras Art Nouveau ubicadas junto al Canal Central.


Desde el Canal Central nos dirigimos al canal Das Piramides y al canal de Sao Roque, situados en las afueras de Aveiro, junto a las carreteras que llevan a la playa.


Tras pasar algunos puentes encorvados similares a los de Venecia, llegamos a un canal interior que desemboca en el mercado de pescados.


A ambos lados del canal, bonitas casas con vivos y llamativos colores amarillos, verdes, azules…los moliceiros se reflejan en las aguas del canal formando una bonita estampa.
Seguimos navegando hacia el interior de Aveiro, y pasamos por un coqueto puente, en donde muchos candados son colgados para perpetuar el amor de las parejas.


Poco después llegamos a la parte mas moderna de Aveiro y de nuevo de regreso a nuestro embarcadero.


Agradable paseo, y sin lugar a dudas, una bonita experiencia para cualquier viajero que que quiera pisar estas tierras lusitanas.



Rematamos nuestra visita por algunas calles peatonales del pequeño centro, curiosear en algunas tiendas sobre los productos de la tierra, y tomamos dirección al coche, para a continuación dirigirnos hacia la playa de Costa Nova.



COSTA NOVA


A unos trece kilómetros hacia la costa, llegamos a las playas de Barra y Costa Nova, nosotros nos dirigiremos a esta segunda.
Curiosamente muchas personas creen que esta playa pertenece a Aveiro, nunca más incierto, están dentro del témino de Ilhavo.
Rosa ya estuvo aquí 30 años atrás, y tenía un buen recuerdo del lugar. En su memoria tenía todavía las imágenes de aquellas casas a rayas y de distintos colores.


Así que nos pusimos en marcha para conocer esta pintoresca playa. Junto al paseo maritimo nos encontramos con muchas terrazas de restaurantes, cafeterias…y en la misma acera del paseo una hilera de llamativas casas de colores a las que una a una empezamos a observar.


Unas verdes, otras azules, otras amarillas…un conjunto de colores vivos realzan a este fantástico paseo, en donde estas casas dan el colofón de una bella estampa.


Saco la cámara y no dejo de fotografiar estas llamativas imágenes. Algunas de ellas tienen unos coquetos porches adornados con frondosas macetas cargadas de flores, otras con elegantes bancos de hierro forjado.
No nos cansamos de observar este grupo de casas tan bellamente conjuntadas. Además el día acompaña, un sol radiante azota las fachadas de estas viviendas.
Costa Nova es famosa por sus “palheiros”, unas casas a las cuales sus habitantes adornan y pintan las fachadas con rayas de colores.




En una de las casas de colores se pude observar un inscripción en la piedra escrita en portugués y en la que decía “dedicado al sol que desde primera hora de la mañana baña todo el paseo que discurre a lo largo de la ría y está orientado totalmente hacia el Este”


Todas estas casas de colores no están únicamente ubicadas en el paseo marítimo, sino también hacia las calles interiores. Nos adentramos en ellas, pasando primero por varios restaurantes de exquisitos pescados y varias marisquerías. Nosotros solo nos quedamos en ver los precios de los platos, demasiado caro para nuestro presupuesto. Oler, olía a gloria. Hubiera apetecido entrar en alguno, y más cuando se acerca la  hora de la comida.



Unas empinadas escalinatas nos llevan a una de las calles interiores, justo en ella, un atrayente restaurante parece reclamarnos, sigue siendo demasiado caro para nuestro bolsillo.


Es casi la hora del mediodía, empezamos a mirar algún sitio donde comer, pero no nos decidimos por ninguno. Así que cogemos el coche y nos trasladamos hacia el pequeño puerto que hay en el mismo paseo marítimo. Otra hilera de casitas de colores dan a la parte trasera del restaurante. Pequeñas ventanucas cubiertas con unas techunbres de lona decoran las fachadas de las mismas.
Estamos a solo 70 km de Oporto, nuestro siguiente destino, así que decidimos no comer aquí y partir hacia la capital del Duero. De nuevo con dirección Aveiro y desde ahí por la autopista hacia Oporto.

El tiempo empezó a cambiar, las nubes fueron cubriendo el cielo y el esperado temporal del Átlantico llegó a la península. Casi una hora después ya llegamos a Oporto. ¿Pero por donde salimos?, no lo entiendo. En todas partes del mundo cuando se llega a una capital, hay una salida de la carretera nacional o autopista que pone “centro”. Aquí parece que esto no se estila. Así que cuando sobrepasamos Oporto al no ver ninguna salida al “centro” dimos la vuelta y en la primera entrada de la autopista cogimos hacia Oporto. ¿Pero donde estamos? Hora de poner el “google maps” y que nos lleve al centro.
Al centro, pero centro de verdad, ahí es donde está nuestro Hostel. Es como venir a Sevilla e ir a la calle Sierpes. “Santa Catarina” esa era nuestra “rua”, la calle peatonal más famosa de Oporto. Y claro, que pasa cuando un establecimiento está en el centro…Efectivamente que es imposible APARCAR. Una vuelta, otra vuelta, y otra más. Increible, encuentro un pequeño hueco en un estrecho callejón justo a la espalda de la “capela de las Almas”. Un “gorrila” improvisado me sale al encuentro y me detiene el tráfico. Yo empiezo a dar marcha atrás al coche, y en una vertiginosa maniobra, por fin coloco el coche en un hueco tan estrecho y ajustado, que cuando salimos y miro la dirección del hostel, estamos justo al lado.

OPORTO


Bajo una fina llovizna nos dirigimos hacia nuestro albergue-hostel, en el número 313 de la rua Santa Catarina, a la que en cinco minutos llegamos.


En Oporto y otras ciudades de Portugal, las calles tienen decenas de números de portales, aunque eso no nos debe de preocupar, ya que dichos números saltan muchas veces de forma alarmante y de haber mil números de portales, igualmente de forma real se quedan en quinientos. ¿Por qué?, eso me preguntaba yo y todavía no tengo la respuesta.
Llegamos a nuestro hostel, típico albergue de jovenes, en donde muchas de las habitaciones son compartidas con varias literas. De hecho, nuestra habitación a pesar de ser solo para nosotros y doble, también tenía unas literas.


Suficiente para dar el avío y dormir en el mismo centro de Oporto por muy buen precio.
Eran casi las cuatro de la tarde, así que dejamos nuestros bartulos, y le preguntamos al chico de recepción por un buen  sitio para comer y que estuviera cercano. Rápidamente nos envió a uno de los mejores “Pedro Dos Frangos” a solo cinco minutos del hostel. Buen pollo asado (Frango no espeto) con guarniciones, muy completo y bien servido. Es la mejor oferta de esta popular y barata parrilla, además con unas sopas supereconómicas.


Así que bajando por la Rua Santa Catarina (elegante calle con refinadas boutiques, aceras pavimentadas con piedra a rayas y un animado gentío) llegamos a Pedro Do Frangos, situada en la rua Do Bonjardim 223.


Una vez bien nutridos y con mapa en mano, nos dirigimos hacia el barrio de Ribeira, barrio más antiguo de Oporto situado en la orilla del Duero.

La romántica Oporto ofrece un colorido y desvencijado sueño con vestigios medievales, elevados campanarios, extraordinarias iglesias barrocas y majestuosos edificios estilo beaux arts apilados unos encima de otros.


El centro histórico de Oporto es es el distrito de Ribeira, Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en el que los tripeiros (vecinos de Oporto) y muchos viajeros y turistas pasean por sus estrechas callejuelas, contemplando algunos bellos edificios, unas excelentes vistas de la ciudad a orillas del Duero, y porque no, también hay que decir, lamentablemente por algunas zonas muy descuidas y ruinosas. Sin lugar a dudas este es el barrio más animado, el cual no podemos dejar de visitar.


Despues de una media hora andando desde que salimos de nuestro restaurante, por fin llegamos a la Ribeira.


La entrada mas habitual es por la plaza de Riberia, eje y corazón del barrio.
Unas estrechas callejuelas bordeadas por el río desembocan en esta plaza. Enmarcada por unas casas con azulejos y de varios colores hacen de este lugar un pintoresco espacio junto al Duero. Muchas son la terrazas en las que se pueden degustar exquisitos pescados y típicas comidas de la zona. Paseamos junto al río, y de frente podemos ver al famoso Ponte de Dom Luis I.
Este puente fue finalizado en 1886 por un discípulo de Gustave Eiffel, la parte superior del puente esta reservada a los peatones, además de una de las lineas de metro; por la inferior, flanqueada por unas estrechas pasarelas circula el tráfico rodado.


Atravesamos el puente por su parte inferior (al día siguiente lo haríamos por la parte superior) y nos trasladamos a Vila Nova de Gaiga, que aunque en la otra orilla no pertenece a Oporto.


A pesar de que técnicamente es un municipio,Gaia está unida al tejido de Oporto mediante una serie de impresionantes puentes y por su historia compartida en la fabricación de oportos.


Desde mediados del siglo XVIII, los embotelladores de este vino están obligados a mantener allí sus delegaciones.
Paseando por el atractivo paseo fluvial, bordeado de hermosos barcos rabelos (barcos de fondo plano especialmente diseñados para transportar barriles por los en tiempos peligrosos rápidos del Duero).
Desde aquí podemos comtemplar hermosas vistas del casco histórico de Oporto.


Desde esta misma orilla un teleférico recorre  la distancia que hay hasta  el extremo sur del Ponte Dom Luis I.
Nosotros al día siguiente lo haríamos andando y las vistas son impresionantes, así que si alguien no quiere bajar tantos escalones, la mejor opción es el teleférico, pero es una visita obligada.
La noche ya cayó, y el paseo fluvial se ha convertido en un paseo romántico, en donde muchas parejas jóvenes parecen declararse su amor.

Muchas son las bodegas que hay en esta zona, y en algunas de ellas se hacen degustaciones gratuitas de sus bebidas. Además, los restaurantes están presente en muchos rincones de Gaia, mañana comeremos en uno de ellos.



De nuevo regresamos al casco histórico, en donde el gentío pasea por la orilla del Duero.
Los artistas improvisados amenizan la velada con su melodiosa musiquilla, mientras, las estatuas vivientes permanecen inmóviles a la espera de recaudar algunos euros.


Poco a poco vamos regresando con dirección a nuestro albergue, pero eso si, deteniéndonos a cada paso que damos para disfrutar de los muchos contrastes que tiene esta ciudad. De nuevo empieza a llover, y el frío se está acentuando, así que una vez en la rua de Santa Catarina, unos bocados en “la andaluza tapas” y a dormir.

Día 3. Oporto



El día amanece tormentoso, lluvioso y con fuertes rachas de viento, además algo de frío. Al poco de empezar nuestra marcha hacia la impresionante Avenida dos Aliados nos quedamos sin nuestro primer paraguas (no sería el único). El agua azota horizontalmente, este temporal sí que ha entrado fuerte.
Esta avenida bordeada por protuberantes fachadas de estilo beaux arts y coronada por la majestuosa Cámara Municipal, esta avenida recuerda a espléndidas imitaciones de París.

Desde ahí nos desviamos hacia la torre Dos Clérigos con incomparables vistas de Oporto. Esta torre de estilo barroco fue diseñada por el maestro italiano Nicolau Nasoni a mediados de 1700 y está enclavada al final de la empinada rua Dos Clérigos, junto a un grupo de hermosas casas con curiosas balconadas. Desde aquí nos trasladamos a la cercana plaza de Lisboa.


Muy cerca, paseamos por empinadas callejuelas que nos llevan directamente a uno de los rincones con mejores vistas de Oporto, y por suerte o por desgracia poco visitada, el mirador Da Victoria.


Bajando de nuevo por las callejas, por cierto algunas muy deterioradas y abandonadas, nos dirigimos ahora a la famosa estación ferroviaria de Sao Bento, de inspiración francesa, con asombrosos  azulejos en su vestíbulo principal.



Esta estación acabada en 1903, parece directamente importada del París del siglo XIX. El verdadero atractivo de esta estación son los impresionantes y espectaculares azulejos que hay en su interior.


Diseñados por Jorge Colaco en 1930, unos 20000 azulejos muestran escenas de batallas históricas, como la conquista de Ceuta por parte de Henrique el navegante, además de la historia del transporte.
En frente vemos la Se (Catedral), a la que intentamos llegar, pero el fuerte viento y la lluvia nos lo impide. El paraguas que por segunda vez hemos comprado ha quedado hecho trizas. 


En una pequeña mejoría, nos refugiamos en la Catedral. No podemos salir, el fuerte viento nos arrastra hacia su interior, estamos empapados y nuestros zapatos parecen inundados en una charca de ranas.

Aunque en Oporto, la Catedral no es lo que más destaca, le haremos una visita. Ubicada en el “terreiro da Se” se alza como un mirador después de subir por un revoltijo de callejuelas medievales y escaleras que terminan en la mole de la catedral.


Fundada en el siglo XII, fue reconstruida en gran parte un siglo después y reformada durante el siglo XVIII, pudiéndose aprecian su contorno románico.



Estamos situado junto a la parte superior del Ponte Dom Luis I, con lo que a pesar del mal tiempo, hacia él nos dirigimos. El fuerte viento nos hace tambalear en las estrechas pasarelas, junto a las vías del metro. Con lo que queda del paraguas intentamos cubrirnos como podemos. La lluvia no nos permite casi ver. Estamos solos en lo alto del puente. Con esfuerzo y evitando que se empape mi cámara, pude hacer alguna foto panorámica del Oporto histórico.


Como pudimos atravesamos rápidamente el último tramo del puente y nos refugiamos en la parada del metro allí existente, y por supuesto el paraguas directamente a la papelera. Imposible salir, está diluviando y aquí arriba el viento sopla más fuerte.
Tras casi media hora de espera y el tiempo sin mejorar, decidimos aventurarnos y bajar por las larguísimas escaleras que hay junto al teleférico y que desembocan en el paseo fluvial de Vila Nova de Gaia.


Teníamos visto un restaurante muy cerca de donde estábamos (una vez abajo), que nos había comentado un compañero, con buena comida y buen precio; Restaurante Casa Adao en avenida Ramos Pinto 252. 
Justo a la hora de la comida ya estábamos allí. Empapados si, chorreando casi entero. Una buena secada en el baño como pudimos, y a comer.
Un pequeño restaurante, familiar y muy acogedor. Según llegamos, rápidamente nos atiende, y nos sugiere lo que podemos pedir. Miramos alrededor nuestro y ojeamos los platos ¡Qué buena pinta tienen!



De primero, para degustar las tripas a modo do Porto, que por algo los habitantes de esta ciudad son apodados tripeiros ya que fueron ellos los inventores de este plato. Se trata de un guiso cuya receta tiene como base: callos, alubias, jamón, carne de pollo, ternera y cerdo, oreja…muy bueno, y además con el cuerpo que traemos, ha entrado bien.
De segundo, dos buenos platos de pescados, yo pedí lenguado y Rosa pidió dorada. Muy ricos, abundante y bien servido. 

¿Y de beber qué?, estaba claro, unos buenos vinos de Oporto, para digerir tan abundante comida.


Tal como estábamos de mojados (perdón, empapados) teníamos claro como volveríamos a nuestros aposentos, en taxi. Así que le dijimos al camarero que nos llamase uno para recogernos. En 10 minutos ya estaba allí.


Una vez en el hostel, un cambio de ropa seca, un buen aseo, algo de lectura y de escritura, un poco de descanso y  hora y media después de nuevo en la calle. Nos vamos  a tomar una excelente merienda con exquisitos dulces en una de las muchas cafeterías-confiterías que hay por la zona.
Difícil elección entre tantos deliciosos pasteles, además a precios muy económicos, entre 0,75 € y 1,5 €. 
Pasteles de Belem (pasteles de nata), también llamados simplemente nata, princesa o princesinha…son tantos que de un solo bocado degustaríamos todos.


Después de la merienda, y con tanta lluvia, Rosa decide quedarse en la habitación leyendo, y yo con paraguas y plano en mano me voy a seguir recorriendo la ciudad.


Me dirijo hacia la estación de Sao Bento pero en esta ocasión por unas callejuelas que hay por la zona norte. A mi paso me encuentro con el pintoresco tranvía, que recuerda a épocas pasadas; que por cierto se había quedado atascado, ya que un coche está  invadiendo parte de la vía.


Me dirijo ahora hacia la plaza Infante Dom Henrique, en donde se encuentra el majestuoso Palacio da Bolsa. Este espléndido edificio neoclásico, construido entre 1842 y 1910, honra a los mercaderes de Oporto.



Una vez que me adentro por las desiertas callejas del barrio de Ribeira hacia la orilla del Duero, solo me acompaña unas cuantas gaviotas que al igual que yo y bajo una ligera llovizna disfrutamos de unas hermosas vistas del río.




Revolotean junto a mí, sin importarles el agua que les cae. Parecen posar, sin miedo alguno, ante mi cámara. Quedan extrañadas que alguien, además de ellas, quieran estar aquí bajo esta fina llovizna.


Junto al río, deambulo por un pequeño pasaje solitario y desde aquí poco a poco regreso a mi hostel.



Día 4. Oporto-Guimarães



A las 9:30 ya estábamos desayunados y preparados para partir hacia la bella ciudad de Guimarães. Ubicada a solo 60 km de Oporto, en algo más de una hora ya estábamos allí.
Como suele ser habitual en Portugal, los números que corresponden a los portales no tienen nada que ver con las casas que tienen realmente la calle, así que nuestro hotel estaba en el número 1660 de la calle Dom Joao IV, encontrarlo no fue difícil, aunque es extraño la forma de la ubicación de la calle, en forma de “L”.
El hotel Dom Joao IV es un buen establecimiento para hospedarse, muy buena relación calidad precio, además con desayuno incluido tipo buffet, situado a solo diez minutos del centro. Recomendable 100%.


Subimos a nuestra habitación, dejamos todos los bártulos y al poco ya estábamos con mapa en mano dispuesto a recorrer la ciudad.

Pero antes, aprovechamos para dejar, debajo del aire acondicionado bien calentito, toda la ropa que todavía teníamos empapada.


Sin lugar a dudas, de todos los lugares que hemos visitado en este viaje, Guimarães se lleva el número uno, es las hermosa, más coqueta y más cuidada, de hecho fue declarada Patrimonio de la Humanidad por la Unesco en el año 2001 y capital Europea de la Cultura en 2012.


La bellamente conservada Guimarães tiene un pasado ilustre. El orgulloso lugar de  nacimiento de Alfonso Enriquez, el primer rey independiente de Portugal. Nació aquí en 1110 y posteriormente utilizó la ciudad para lanzar la principal ofensiva de la Reconquista contra los moros.

El casco medieval es un laberinto de callejas y plazas pintorescas enmarcado por edificios del siglo XIV.


Para iniciar la ruta por su casco antiguo nos situamos en la bella plaza “Largo do Toural”. Con una fuente  central en medio de una extensa explanada y rodeada de bellas casas, en donde los grandes ventanales y las balconadas le dan una bella armonía, y en frente, una de las muchas iglesias existentes en Gimarães.


Por una estrecha callejuela nos adentramos a su centro medieval. Según nos acercamos a sus callejas, nos damos cuenta del gran encanto que tiene esta ciudad.


De todas las plazas que hay en Guimaraes, sin lugar a dudas la mas coqueta es la de Sao Tiago.
Esta plaza aún conserva su aspecto medieval, y en ella se encuentra una pequeña capilla del siglo XVII dedicada a Santiago.


Cuenta la leyenda, que recibió al Apóstol Santiago que traía una imagen de la Virgen María.
Es una plaza adoquinada rodeada por antiguas casas de piedra, muchas de ellas con hermosos balcones.
Desde esta plaza nos dirigimos por la calle Santa María, dirección norte.

Esta es la calle con más historia de la ciudad y la más antigua, ya que en el siglo X comunicaba el Convento fundado por la Condesa Mumadona en la parte baja del pueblo con el castillo situado en la Colina Sagrada.


Actualmente va desde la Rua Serva Pinto hasta el Museo Alberto Sampaio pasando por el largo Jone maría Gomes, donde se hallan el edificio de la Cámara Municipal.

Es una calle estrecha y empedrada en la que destacan algunas casonas de piedra como la casa del Arco o la Casa de los Valadares y también la oficina de turismo.


Seguimos caminando, aunque con con el paraguas abierto, por estas tranquilas y armoniosas callejuelas. Sus  casas blasonadas, pórticos y edificios nobles que la rodean parecen salir a nuestro encuentro.


La Plaza de Oliveira, sin duda la plaza con más ambiente de la ciudad, siempre muy animada con sus terrazas. En esta plaza encontramos la Iglesia de Nuestra Señora de Oliveira, mandada construir por  Joao I debido a una promesa que éste le hizo a la virgen durante la batalla de Aljubarrota, batalla entre tropas portuguesas y el ejército de Castilla.
Otro de los destacados en la plaza es el Monumento del Salado, monumento conmemorativo de la victoria portuguesa en la batalla del Salado en 1340.


Es la hora del mediodía, hora de comer. Empezamos a buscar un restaurante, aunque teníamos anotado un par de ellos con buenas referencias, cuando fuimos a uno de ellos estaba cerrado, con lo que tuvimos que improvisar y buscar otro, ya que se estaba haciendo tarde.
Al final entramos en uno que hay junto al Largo do Toural, Restaurante Celeste, en la rua  Paio Galvao.


Es un restaurante autoservicio, compartido con una cafetería. Al ser tarde a nosotros nos atendieron directamente en la mesa.



Unas de las comidas más típica de esta zona de Portugal es la Francesinha.
Se trata de una rebanada de pan de molde, rellena de diversos tipos de embutidos y carne: jamón cocido, mortadela, un filete de ternera o cerdo. Luego es recubierta con otra rebanada de pan de molde tostada y con lonchas de queso, el cual es después gratinado bañado en una salsa picante hecha a partir principalmente de cerveza y tomate; en algunos casos se le agrega un huevo frito. Normalmente acompaña la francesinha con patatas fritas y una cerveza.
Pues sí, eso fue lo que pedimos, una francesinha enorme para compartir y dos ricas sopas, y de beber, cerveza de Guimarães.



Después de la comida nos fuimos a tomar el postre a una de las muchas cafeterías tienen-pastelerías  que hay por la zona. ¡Que rica repostería tienen en Portugal!.
Comimos las famosa “tortas de Guimaraes” , unos pasteles hechos con harina, azúcar, huevo,calabacín y almendras, para cuya preparación no se dan explicaciones, cada maestrillo  tiene su librillo.



Con la tarde  bien avanzada volvimos a pasear por su casco histórico.

Al estar en épocas de Navidades, todas sus calles y plazas estaban exquisitamente iluminadas con bonitas lucecillas de colores, con muy buen gusto colocadas y con muchos adornos.


El “largo República Do Brasil” con toda una zona ajardinada e iluminada, nos desemboca directamente en la esbelta y majestuosa “Igreja de Sao Gualter”, sin lugar a dudas la más impresionante de todas las iglesias de Guimaraes. Esbelta construcción del siglo XVIII con sus dos grandes agujas gemelas del siglo XIX.


Ya bien entrada la noche, el frío se fue apoderando de las callejuelas de Guimaraes, y aunque bellamente iluminados los edificios, las plazuelas y muchas de sus calles, es hora de que vayamos poco a poco tirando hacia nuestro hotel. Hoy ha sido un día largo, mañana habrá más.


Algo de fruta y embutido y ya tenemos la cena lista.

 Igreja de Sao Gualter




Largo Do Toural

Día 5 Guimarães-Braga-Bom Jesús- Guimarães


El día de hoy lo queríamos compartir entre Braga y Guimaraes, así que decidimos partir pronto, primero para Braga y Bom Jesús y por la tarde la zona del castillo, murallas y palacio de los Duques de Guimarães.

BRAGA

Tras un suculento desayuno servido en el mismo hotel de Guimaraes, partimos hacia Braga, situado al norte y a unos escasos 25 kilómetros de distancia.


Como estos días atrás, emprendimos nuestra marcha con lluvia, no tiramos por la autopista, ya que al ser una distancia tan corta preferimos disfrutar del paisaje por las carreteras locales.


Una hora después ya estábamos aparcando en las inmediaciones de la Avenida central, justo en el centro.
Braga es la tercera ciudad por tamaño del Portugal, siendo una localidad de estrechas callejuelas antiguas cerradas al tráfico, repleta de plazas Braga es quizás la de mayor devoción con un fabuloso abanico de iglesias barrocas.
cristiana y de espiritualidad, siendo famosos sus festejos religiosos y en concreto las representaciones en Semana Santa.


Quizás el templo de la es el edificio que más destaca en Braga, no solo por su antigüedad (el mas antiguo de Portugal) sino por los distintos estilos arquitectónicos: estructura románica, el recubrimiento manuelino y los adornos barrocos.


Se empezó a construir en el año 1070 y se acabó durante el siglo siguiente.

Se puede entrar a la Catedral ( 2 €) por el pórtico oeste o a través de un patio y un claustro bordeado d capillas góticas en el lado norte.



Una de las cosas que más nos sorprende en esta catedral, es el impresionante y bellísimo coro, sillería y órgano.


Para poderlo ver tendremos que añadir a los 2 € de la entrada a la catedral, otros dos más. Hay que hacerlo con una visita guiada. Al estar nosotros solos, nos limitamos a contemplar el órgano desde abajo, que ya impresiona.


Otro lugar interesante es la capilla de los reyes, con las tumbas de Enrique de Borgoña y Dona Teresa, padres del primer rey de Portugal.


Abandonamos la catedral y paseamos por las callejuelas que la circundan.

Tirando por la rúa Do Diago llegamos al Arco da Porta Nova, Puerta Nueva desde 1512, cuando D. Diago de Souza la ordenó abrir, estableciendo el eje principal de la circulación de intramuros.


Retrocedemos por la rúa Sao Joao, Hasta la plaza de Largo de S. Joao Do Souto, en donde podemos contemplar las iglesias de Santa Cruz y de San Marcos.
Entre conventos, iglesias y otros centros religiosos, he contado en nuestro mapa alrededor de 20, nosotros con seis o siete visto ya tenemos bastante.


Otro lugar interesante es Nossa Senhora de torre, este oratorio inspira una inmensa iglesia al aire libre cuya nave es la Plaza San Pedro. Fue levantada como recompensa a la Virgen por haber evitado la devastación del terremoto de 1755.


El permanente repiqueteo de las campanas de las iglesias, nos hacen constatar que estamos en una ciudad santa, con fuertes arraigos religiosos.
De hecho casi en todas las iglesias en las que entramos, está repleto de fieles escuchando al párroco dando misa. 

Tras varias horas de visita a Braga, nos trasladamos ahora al cercanocomplejo religioso de bom Jesús, ubicado a unos cinco kilómetros colina arriba.


BOM JESÚS DO MONTE


Este conjunto religioso es uno de los emblemas más reconocibles de Portugal. Meta anual de cientos de peregrinos penitentes.



Este clamoroso y ventoso lugar de peregrinaje está formado por una iglesia neoclásica que se alza en lo alto de una colina arboleda desde la que se observan fabulosas vistas.
La mayoría de la gente, al igual que nosotros, vienen atraídos por la extraordinaria escalinata barroca que asciende hacia la iglesia, la Escadaria Do Bom Jesús.


Este fotogénico ascenso está formado por una serie de escalinatas dispuesta en gradas, que datan de distintas épocas del siglo XVIII.


La primera está flanqueada por capillas que representan las estaciones del Via Crusis.


La Escadería dos Cinco Sentidos, presenta fuentes alegóricas cuyos caños nacen de los oidos, ojos, nariz y boca de las distintas estatuas.
La grada más alta es la Escadería das Tres Virtudes, con capillas y fuentes que representan la fe, la esperanza y la caridad.


Para aquellas personas que no quieran o no puedan subir los 116 metros de desnivel repartidos en “unos pocos de escalones” se puede coger un funicular de cremallera que salva este desnivel, 3 € ida, y 5 € ida/vuelta. Obviamente, para nosotros siendo montañeros, esto era poco desnivel, asi que a patear escaleras abajo y arriba.


Toda la zona de alrededor de la iglesia se ha convertido en una especie de Resort, con sofisticados hoteles, pistas de tenis, jardines…


Por suerte para nosotros, el lugar no está masificado de gente, que es lo más habitual, así que hemos podido disfrutar de este original y hermoso lugar prácticamente solos.
De nuevo partimos hacia Guimaraes, directamente, y comer en uno de los restaurantes que ya teníamos visto.


DE NUEVO EN GUIMARAES


Una vez en Guimaraes, nos fuimos directamente para comer al restaurante “le babachris”, rua dom Joao I nº 39, ya lo traíamos recomendado por tripadvisor. El cocinero es español y prepara unos exquisitos platos. Cada día sirve un único menú distinto; por 9,5 €, primer plato, segundo plato y postre.
El local es pequeño pero muy acogedor, y los platos aunque algo escaso están deliciosamente preparados, lugar recomendado.


Una vez almorzado, y después el correspondiente café con los sabrosos pasteles de Guimaraes, nos fuimos para visitar la zona de la muralla, castillo y el palacio de los duques de Braganza.
Por encima del casco medieval, en la cima de la colina de Guimaraes, este palacio con sus torres almenadas y sus chimeneas cilíndricas de ladrillo, fue construido en 1401 y luego fue pomposamente    restaurado    como residencia presidencial para Salazar. Fue construido bajo las órdenes de D. Alfonso, hijo ilegítimo del rey D. Joao y de Doña Ines Pires Esteves, 1º Duque de la casa de Braganza y 8º Conde de Barcelos.


Aunque se puede visitar por dentro, nosotros no llegamos a entrar, solo lo vimos por fuera y desde los alrededores del castillo.


Junto a éste y en lo más alto de la colina se encuentra el castillo de Guimaraes.


Este castillo de siete torres fue construido en el siglo XI, lugar en donde nació Alfonso Henriquez. Originalmente fue construido en madera y tierra y fue fundado por la Condesa Muniadora Diaz.
Clasificado como Monumento Nacional el 7 de julio del 2007 fue elegido como una de las siete maravillas de Portugal.
Al castillo se puede acceder libremente y de forma gratuita. Así que con una lluvia amenazante y que al poco se convirtió en realidad, entramos en él.



El castillo presenta planta en forma aproximada de un escudo facetas. Sus muros reforzados por cuatro torres, son desgarrados por las puertas. Originalmente fue construido con el objetivo de defenderse de los ataques musulmanes y normandos.

Este castillo consta de una torre del homenaje de 28 metros de altura y de planta cuadrangular , flanqueada por cuatro torres en sus ángulos, y por dos puertas en la muralla, cada una flanqueada por dos pequeñas torres. El único acceso a la torre del Homenaje es un pequeño  puente de madera que une la torre a la muralla.


Acompañados solo por una pareja de japonesas, el castillo parecía desierto. Nosotros cuatro, y una intensa lluvia fueron los compañeros de la visita.


Había que pisar con mucho cuidado, las pasarelas que rodean a las murallas están empapadas y en un descuido podemos resbalar.



Abandonamos el castillo y nos dirigimos de nuevo hacia el interior del casco medieval.

Nos acercamos a las murallas por las que accedemos al centro de Guimaraes. Solo se conserva un solo tramo de muralla, la que da al castillo y al Palacio de los Duques.


Aunque teníamos idea de subir a la Penha (punto más alto con vistas a Guimaraes) el cielo estaba demasiado gris, y la noche pronto caería, con lo que de pocas vistas hubiésemos disfrutado, por lo que nos fuimos al hotel a descansar un poco y por la noche de nuevo salir a cenar.


Otro de los sitios que teníamos recomendados para comer, era el pequeño y coqueto restaurante “Adega dos Caquinhos”, ubicado en el corazón del casco histórico, en la rua da arrochela.


Una taberna familiar con paredes adornadas de fragmentos de cerámica. Cada día tienen solo preparados dos o tres platos, pero cocinados como si estuviéramos en nuestra propia casa.
Se comparte el pequeño restaurante con su amplia familia: hijos, nietos, madres…en donde todos juntos y alrededor de una gran mesa cenan al igual que nosotros.
Sin ser de la familia, solo otra pareja (que por cierto estaban hospedados en nuestro mismo hotel) de españoles y nosotros.

Aquí podemos comer una auténtica y casera comida tradicional portuguesa. Pedimos por una parte bacalao en salsa de tomate y por otra, carne de cerdo, ambos platos muy bien servido, exquisitos, con muchas patatas y arroz de guarnición, y de beber una buena jarra de vino de la casa.



Excelente lugar con muy buena calidad precio, y sobre todo en un ambiente muy familiar.

Día 6. Guimarães-Amarante-lamego-Sevilla

Amarante

Hoy partiremos dirección Sevilla, pero en lo que vamos bajando hacia el sur de España, visitaremos un par de localidades. Primero Amarante, situada a unos 50 kilómetros de Guimaraes.
Una vez desayunados en el hotel, sobre las nueve de la mañana partiremos, con lluvia incluida, hacia la pintoresca localidad de Amarante.


En un recodo del río Tamega, este tranquilo pueblo está dominado por una impresionante iglesia y monasterio, que se alza deslumbradamente junto a un puente medieval.


Haremos una parada de un par de horas para recorrer el pueblo.

Tenía grabada en mi mente la foto del monasterio junto al río que días atrás pude ver en un libro de Portugal. Así que una vez que llegamos a Amarante nos dirigimos  hacia dicho puente. Aunque llueve, el día está bello para obtener buenas fotografías de la zona.


Este estratégico puente casi fue su perdición en 1809, cuando los franceses perdieron su breve toma de Portugal.


El Ponte de Sao Gonçalo es el símbolo de la heroica defensa contra los franceses, ya que un destacamento francés llegó en busca de un paso del río, pero unos valientes ciudadanos y las tropas lo contuvieron hasta que los vecinos consiguieron llegar a la otra orilla. Los franceses se vengaron quemando gran parte del pueblo.


El monasterio de Sao Gonçalo es el imponente templo que hay junto al río. Fundado en 1543 por Joao III. Este monasterio junto con la iglesia se acabó de construir en 1620.
Cuenta la leyenda que las personas que buscan pareja verán sus deseos concedidos en un año si tocan la estatua que hay encima de la tumba. Como era de esperar, los esperanzados han desgastado la piedra caliza de los dedos de los pies y manos, y la cara.

Bajo la lluvia damos un pequeño paseo por las calles colindantes del monasterio.



En la misma plaza del monasterio nos encontramos el local (café-bar Sao Gonçalo) con más tradición e historia de todo Amarante. En él, Teixería de Pascoaes, que nació en Amarante, unos de los escritores más importantes del siglo pasado, se reunía con otros tantos intelectuales: artistas, políticos, figuras de referencia de la sociedad amarantina e ilustres anónimos.


Abandonamos Amarante y seguimos hacia el sur con dirección a Lamego.


LAMEGO


Situado a unos 70 kilómetros de distancia, Lamego es conocida por la asombrosa escalera barroca que asciende en zigzag hasta la iglesia de Nuestra Señora de los Remedios.

Su casco antiguo es una mezcla de serpenteantes calles estrechas y bulevares arbolados, con monumentos medievales por muchos  rincones.


En el centro histórico encontramos la Sé, una de las más antiguas de Portugal, del siglo XII, declarado Monumento Nacional. Poco queda de la original, a excepción de la base del campanario de la plaza. El resto de la estructura, incluido su maravillosamente tallado pórtico gótico triple, data  en su mayoría de los siglos XVI y XVIII.


Desde la catedral, cogemos por las callejuelas que ascienden a lo más alto del pueblo, en busca del castillo. Rosa no se anima a subir, y me espera tranquilamente en una cafetería. Yo empiezo a perderme por las serpenteantes callejuelas que suben al castillo. Una vez arriba, estoy yo solo, no hay nadie más, con lo que tranquilamente subo por las escaleras y recorro toda su periferia. La entrada es gratuita, aunque si dejas algún donativo es de agradecer.





Desde lo alto del castillo podemos disfrutar de unas fabulosas vistas de lamego.


De nuevo callejeo por sus empinadas, solitarias y empedradas cuestas, y abandono su casco medieval por uno de sus arcos.


En lo alto de la colina, y rodeado por un puñado de antiguas casas de piedra, este castillo medieval es uno de los más pequeños de Portugal, solo con una torre y parte de sus murallas.


De nuevo en la parte baja del pueblo recojo a Rosa y entramos en una de las tiendas de regalos para comprar alguna botella de sus excelentes caldos.


Aquí son típicos los vinos denominados raposeira, el famoso vino espumoso que según los entendidos proporciona un agradable respiro entre las rondas de Oporto.



Cogemos el coche y nos dirigimos hacia la Iglesia de Nuestra Señora de los Remedios, a la que llegaremos en quince minutos después de una larga subida por la carretera.


Unas fuentes y estatuas repartidas por la escalinata la convierten en una de las mejores obras del rococó portugués.


Este es uno de los centros de peregrinación más importante de Portugal, y sin lugar a dudas con la mayor escalinata del país, más de 600 escalones.


La iglesia posee un elegante interior de estuco azul y blanco con techos rococó azul cielo y un altar dorado.
Abandonamos Lamego y ya con dirección a España, llegando a Sevilla casi a media noche.


Mucha información plasmada en este reportaje la he obtenido del libro de Portugal de Lonely Planet.